Cuando el frío cegó la tarde, solo la respiración entrecortada de los amantes se hacía auténtica.
- Te quiero...
- Yo no.
Y seguían fundiéndose en un abrazo mortificado mientras sus sexos se prodigaban en roces y presiones.
Cuando la noche oscurecía la estancia, solo un cuerpo desnudo yacía en la cama.
jueves, 2 de junio de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario