viernes, 9 de octubre de 2009

Sala de espera

Cuando la vi entrar, no me fije en ella, podría decir que tampoco la vi entrar, pero sí, vi su sombra por el rabillo del ojo, después clave mi mirada en sus zapatos, baratos y sin tacón, por lo que a partir de ese momento dejó de interesarme.
Al cabo de un tiempo en el que me había acabado de ojear todas las revistas de la sala de espera entro la enfermera. Ella llevaba los suecos típicos de las enfermeras, acompañados de un pantalón verde quirófano y una bata a juego abrochada a la espalda, el pelo recogido. Nos miró.
- El familiar que acompaña a Lorenzo Goméz, pase a la consulta 1.
La mujer de las manoletinas baratas dio un salto y salio de la sala. Yo reí para mis adentros "seguro que malas noticias".
Mientras esperaba, ahora sin nada que mirar, comencé a echar de menos a la mujer, o madre o quizás hermana de Lorenzo Goméz y sentí no haberme fijado en otra cosa que en sus zapatos.
A las ocho entro la enfermera de nuevo hecho una ojeada a la sala.
-¿Queda alguien? - dijo una voz desde fuera.
- No, ya no queda nadie. - dijo la enfermera y apago la luz.
En ese momento lo vi y supe que era el, Lorenzo Goméz, sentado tres sillas a la izquierda de la mía.
- ¿Llevas mucho tiempo esperando? - preguntó
Una eternidad le contesté. Y el comenzó a hablarme de la mujer de los zapatos baratos.